Melba y su hijo adolescente se unieron a la caravana en Honduras cuando éste recibió una amenaza de muerte. El camino a Tijuana fue duro, pero están agradecidos por la ayuda que recibieron del pueblo mexicano durante su viaje. También le dan gracias a Dios por cuidarlos en su esperanza de seguir adelante para solicitar asilo en los EEUU.