Al llegar a la frontera de Tijuana, Humberto y su familia se sentían mucha inseguridad. Tuvieron que dormir en la calle, y se sentían muy expuestos. Sólo al cruzar la frontera volvió a dormir pacíficamente. Ahora tiene esperanza y se siente agradecido por ya estar tranquilo y consolado por su fe en Dios.