Detenida junto con su hijo, en un centro migratorio para menores en el Estado de México, Ana habla con gran aflicción de las razones que la llevaron a emprender una travesía desde Ecuador hasta Nicaragua y de ahí, vía terrestre, por Honduras, Guatemala y el sur de México. Tanto por cuestiones económicas como por la violencia doméstica experimentada, incluyendo amenazas de muerte recibidas por parte de su ex pareja, tomó la decisión de dejar a sus cuatro hijos pequeños y huir con su hijo de dieciséis años hacia Nueva York, en donde tiene familia. Aspira trabajar ahí, para pagar la deuda de veinte mil dólares que contrajo para realizar tan largo trayecto.