Blanca llevaba sin sobresaltos su vida en la ciudad de México desempeñándose como bailarina profesional, hasta que de pronto notó que durante la noche su visión disminuía. Más tarde, perdió la visión periférica, pudiendo únicamente ver hacia delante, sin reparar en aquello que se encontraba abajo o alrededor suyo. Finalmente, le diagnosticaron “retinitis pigmentosa”, una enfermedad genética sin cura que la dejaría ciega. Teniendo un nivel bajo de visión emigró a Estados Unidos. Blanca explica con cuánto esfuerzo convive con la ceguera, no solo ante la falta de solidaridad de la gente, sino también frente a la limitada cobertura médica que recibe del Estado por ser indocumentada.