En la segunda parte de su narrativa, Kimberley relata el momento en que su vida cambió cuando conoció a un muchacho que ofreció rentarle un cuarto y cuidarla. Eventualmente, se puso en una relación con él y tuvieron otro bebé. Desafortunadamente, en ese momento, la pandilla más grande de Honduras, las Maras, entraron a su barrio. Su pareja comenzó a trabajar por ellos y las Maras tomaron control de su casa. Su pareja sufría de drogadicción, la amenazó, y ella tuvo que huir de la situación peligrosa. Ella se refugió en una iglesia y de allí, fue testigo de la violencia indescriptible de la pandilla. Eventualmente, huyó a México, dejando sus hijos en las manos de sus familiares. En México, espera encontrar la estabilidad y eventualmente traer a sus dos hijos a un lugar donde puedan vivir una vida segura y tranquila.
*Discreción aconsejada*