José, un joven hondureño, fue criado -junto con su hermano mayor- por su madre. Desde los 8 años hasta los 12 fue abusado por un primo. Cuando tomó consciencia de ello, intentó alejarse de él. Más tarde, el vecino que siempre le hacía bullying, propinándole insultos homofóbicos, también abusó de él. Se deprimió. A los 15 años ya era alcohólico. Tras su recuperación, terminó el bachillerato. Se alejó de su familia. Intentó ingresar en la Policía Nacional. Lo discriminaron. Lo expulsaron. En una ocasión, mientras regresaba de noche de su trabajo en una empacadora, fue interceptado por mareros de la Mara 18. Lo golpearon. Lo violaron. Incluso le dispararon. Como pudo, logró escapar. Amenazado de muerte, decidió salir de Honduras. Llegó a Chiapas. Una ONG lo ayudó a instalarse. Viajó a Aguascalientes. Su hermano, que hasta ese momento lo apoyaba económicamente, fue influenciado por comentarios homofóbicos, e interrumpió el apoyo. Incluso le dio a entender que no será nunca más bienvenido en la familia. Sin dinero para pagar la renta, tuvo que dormir en un parque. Policías prometieron ayudarlo, pero en cambio lo golpearon y lo violaron. Intentaron asesinarlo. Logró huir fingiendo su propia muerte. Siguió viviendo en la calle. Trabajó como trabajador sexual para obtener dinero. Viajó a Tijuana. Como no recibió la suficiente ayuda, se trasladó hacia Ciudad Acuña, desde donde cruzó a Estados Unidos atravesando el Río Grande. Lo cruzó. Durante 5 días, vagó por el río. Fue detenido por la Patrulla Fronteriza. Lo deportaron. Viajó a Tijuana. Encontró lugar en el albergue lgbtiq+ “Jardín de las Mariposas”.